domingo, 15 de noviembre de 2009

El Maquinista de La General, 1926. Buster Keaton



Buster Keaton entra en la historia del cine
Por: Ana Calpena Santana

Buster Keaton llegó a realizar esta película tras muchos cortometrajes. Todos llenos de invenciones visuales y hallazgos cómicos. Keaton sólo tenía que jugar con un objeto o con un espacio para que surgieran mil y unas comicidades. Así un par de guitarras se convertían en zapatos para la nieve en The frozen north, las pinzas de un cangrejo sirven de tijeras para cortar un puro en The three ages… Los gags visuales los controlaba y lo que le quedaba era contar una historia. Y así llegamos a The general. Aquí tenemos otro ritmo. Los gags se intercalan orgánicamente a lo largo de la película. Es la primera vez que Buster Keaton parece hacer primar la historia. No se aparta del objetivo. Otra cosa que demuestra que The general era una apuesta que iba más allá de lo que había hecho hasta ahora Keaton es que los actores encarnan ahora a personajes con nombre y apellido. Antes si acaso necesitaba nombrarlos usaba los mismos de los actores. En The three ages vemos inscritos en la lista de los jugadores de un partido americano al mismo Buster Keaton y a Wallace Beery (protagonista y antagonista).

Decimos que entra en la historia del cine porque Keaton tiene una de esas películas que es completa, redonda, que todo artista necesita tener como referencia para hacerse reconocible y pueda ser citado. Y a partir de ahí descubrir el resto que no desmerece nada pero que por sí solo no se hubiera presentado a la mayoría de los espectadores actuales.

Estamos en el terreno de la comedia y en Keaton los hallazgos cómicos siempre están trabajados. Keaton sabía que un buen momento cómico lo es más si se presenta en tres fases. El número tres simboliza el equilibrio: presentar dos vueltas a una situación se queda corto y más de tres cansaría. Por eso cualquier cómico del slapstick tiene presente ese número. Aquí son varios los momentos como cuando sigue la locomotora que le han robado. Primero intenta el rescate con un carro que descarrilla por falta de vías, después roba una bicicleta con forma ridícula y la tercera que parece definitiva se descubre solo tras haberle soltado el resto de vagones. O los obstáculos en el bosque para la pareja: el árbol derribado por un rayo, el oso y la trampa para animales (ese objeto costoso de quitar como el libro “pegajoso” en El moderno Sherlock Holmes).

El personaje de Buster Keaton era muy querido por los surrealistas que huían de la ternura que despertaba Charlot. Para ellos Keaton utilizaba mecanismos surrealistas que son los fundadores del absurdo hasta el punto que la única película de Samuel Beckett Film la protagonizó Buster Keaton. Los sueños que tanto introduce Keaton en sus películas, los juegos visuales…En The general no se advierten tan claramente pero en otros como en El moderno Sherlock Holmes son evidentes. En el rescate final de la chica se le muestra al protagonista a un hombre encerrado en lo que es una jaula con forma de mujer. Perfectamente esa imagen podía haber sido incluida en La edad de oro o Un perro andaluz o pintada por Dalí. Incluso la relación con las mujeres, cierto amor fou les une. Aquí Keaton hace el ademán de ahogarla después de ver cómo barre la locomotora en plena persecución. Y lo intenta un par de veces y acto seguido viene un beso. Incluso le tira un trozo de madera a la chica que ésta le había pasado. Ellas prefieren ese tipo de hombre antes que otro más formal. Obviamente, el papel de la chica en este tipo de películas es pasivo, siempre son hijas antes que mujeres pero cuando se encuentran los dos en la misma aventura, ella no duda en ayudar con lo que sea; aunque tenga que vestirse con ropas de marinero y perder su feminidad como sucede en El navegante.

Además Keaton nos ha dejado grabado en el imaginario colectivo esa imagen del tren en movimiento y él sentado en las ruedas avanzando con él. Imagen que es puro cine. Ya el tren desde siempre ha estado relacionado con el cine por el movimiento y porque una de las primeras imágenes que fascinaron a los espectadores son las que los hermanos Lumière ofrecieron a un público asustado viendo como un tren se les echaba encima.


Un extraño en un tren 


Por: María López Villarquide

No hay manera de comprender a Keaton: sepa el lector de estas líneas que El maquinista de la General, obra impecable y alabada a través del tiempo, que gracias al prodigio de la distribución y los formatos compactos ahora se reedita en dvd para uso y disfrute del consumidor más exquisito, sin embargo, no es una obra que espere comprensión porque, sencillamente: no hay manera de comprender a Buster Keaton.
Si usted ha adquirido este dvd convencido de que El maquinista… es una pieza de obligado visionado, para aquél que quiera dárselas de conocedor de los clásicos del cine, sepa que estará en lo cierto, pero no busque una clave, una revelación o un anagrama oculto entre fotograma y fotograma del film, porque no existen y es mejor que se desengañe de antemano. Nadie comprende a Keaton pero insistimos, con más frecuencia de la necesaria, en ver sus películas una y otra vez y reírnos con las torpezas de su personaje, como si realmente fuera gracioso un desgraciado sin gracia como él.
Insiste el espectador en dejarse llevar por un hombre de mínima estatura y gestos igual de mínimos, que juega con la inocencia y la astucia a partes iguales y que siempre acaba consiguiendo lo que se propone, aunque ni él mismo sepa que se lo había propuesto. Nadie comprende a Keaton, pero unos cuantos nos reímos con él y a veces, hasta nos emocionamos con sus historias. La historia de El maquinista… no es una excepción y tampoco hay manera de comprenderla: Pongamos que un hombrecillo que conduce locomotoras y ama locamente a una dulce jovencita sureña en pleno conflicto bélico de Secesión, se ve envuelto en la difícil tarea de recuperar su tren secuestrado, con la muchacha en cuestión dentro, pero sin tener consciencia de este segundo detalle hasta bien avanzado el meollo de la trama; puestos a imaginar, pensemos también en una indecente cantidad de dólares invertidos para la producción de un largometraje narrando esta historia, allá por el año de 1927 y valiéndose de complicadas estrategias de rodaje… quizás parezca que el resultado de semejante hipótesis debiera ser un desastre pero, sin embargo, lo cierto es que nada más lejos de la realidad, que lo que obtenemos es una obra maestra de las que se reeditan en dvd y se ven no una, sino varias veces a lo largo de una vida, con mucho gusto para el receptor.
Puede que a Davide Ferrario le ocurriera algo parecido cuando rodó esa errónea aunque tierna película titulada Dopo Mezzanotte en el 2004; su protagonista se bebía a Buster Keaton, jugaba a rodar documentales con una vieja cámara de cine y engullía sus películas extasiado, mientras ejercía de vigilante nocturno del Museo del Cine de Turín; era un chico raro pero con encanto, que imitaba a su ídolo cinematográfico tanto en lo físico como en lo verbal, ya que apenas articulaba palabra a lo largo de la película; yo sigo sin saber qué hacía un personaje así en una película como aquélla, y puede que nadie lo comprenda, igual que a Keaton en general, pero aun así les sugiero que disfruten con ambas películas, que para ustedes se han reeditado.

[ESPACIO DE PUBLICACIÓN: folleto adjunto al dvd de las dos películas mencionadas.

MOTIVO: reedición en dvd del clásico de Buster Keaton]


View of Buster Keaton Through a Window of the Train.
Por: Baiba Bergmane

Buster Keaton have long ago gone down in history as one of the greatest comedy genre specialists in cinema. His films such as: ¨ Our hospitality ¨ (1923), ¨ Sherlock Jr. ¨ (1924), ¨Steamboat Bill Jr. ¨ (1928) is recognized as one of the best comedy genre films. However, none of these films have received such recognition and critical acceptance as his 1927 made film ¨ The General¨, which is said to be one of the most expensive film shot at that time, admittedly not in vain!

The film is adaptation of William Pittenger book ¨ Daring and Suffering: A History of the Great Railway Adventure ¨, which describes the events during the civil war. Its main character is Johnny (Buster Keaton), with two loves of his life - his engine ¨ The General¨ and the beautiful girlfriend Anabelle Lee (Marion Mack). At the moment when both of his loves - the engine and Anabelle (even though unaware of the girls presence in it) is stolen by the northern enemy hands, Johnny, despite the fact that on the fight he has to go alone, lances into exciting adventure to recover the most closest things to his heart. 

And here, at these sublime chasing and capturing events, reveals the great magic about the movie and what is generally a Buster Keaton work as a director. He wasn't only a film director and actor, but also a great stunt master, who made all of his dangerous tricks by himself without an assistance of stand-in, that brought him to several body twists or even to breaking his neck while shooting.

Can't mention and admire the films ambitious out-door views, which already takes or interest and attention with the opening shots by a passing train scene. Trains and the ongoing activity around them is the main trump in the film, which at times perhaps even overshadowes the excellent gags, just because they are additives to an exciting chase story. One of the films containing value aspects is the ease how it talks about such a serious topics as war and death through a humorous look, allowing the viewer don't think about criticizing the bad side and supporting the good side (although in this movie, it is not even really underlined) but simply enjoy the movies offered visual beauty and technical precision.

Although there is this Keaton and Chaplin compare, certainly you can't place them into one box. Keaton has never been a big admirer of fame and has never had a big lust on it, we've always been able to observe this in his film credits, where his name often appears at the very end. Also his facial expressions always have been more serious and more mature, as opposing to Chaplin's imposed clown masks.

Keaton films remain actual today, thanks to his sense that allowes to see in his work the laughter and excitement at the same time with such a pleasant feeling of lightness. It could also be a reason why his films remain perhaps the most accessible of all silent movies.



Héroe Por Azar


Por: Mariana Dornelles

El maquinista de la general (1927), obra maestra del director norteamericano Buster Keaton, es una de las películas más importantes del cine mudo. Cuenta la historia de Johnnie Gray (Buster Keaton), un hombre dividido entre dos amores: La General, el tren que conduce en el trayecto entre el Oeste y el Atlántico de los Estados Unidos, y su novia Annabelle Lee (Marion Mack). En medio de la Guerra de Secesión (1861-1865), La General es robada por las tropas norteñas, que desean utilizarla para una ofensiva contra las fuerzas del sur. Privado de uno de sus amores, Johnnie decide emprender un viaje de rescate y luego percibe que su otro amor también necesita ser libertado.
Basada en un hecho real de la historia de los Estados Unidos, la película nos muestra la paulatina construcción de un héroe; pero no un héroe cualquiera, sino un héroe por azar. Lejos de ser del tipo clásico – guiado por nobles ideales y con virtudes sobrantes –, Johnnie no es perfecto; ni mucho menos. Comete errores, intenta aprovecharse de las oportunidades y no es exactamente romántico: trata el amor de manera indelicada, cargando su amada en un saco de zapatos y tirándola entre cajas y mercancías en un vagón de tren.
Sin embargo, es un personaje que nos conquista poco a poco. Frente a una impresión de sencillez e ingenuidad que nos pasa al principio de la película, Johnnie se va transformando a lo largo del viaje. Encuentra casualmente con una serie de circunstancias que le ponen a prueba y sale victorioso de todas ellas, sea por inteligencia y perspicacia o por puro azar. 
Todo este proceso de transformación transcurre permeado por el tipo de humor característico de Keaton. Inspirado en sus trabajos anteriores, que nacieron de las comedias de vodevil, el director/protagonista da un toque de humor a muchas escenas de la película, utilizando para ello la actuación exagerada, los equívocos y una serie de situaciones embarazosas. Además se aprovecha de su virtud principal: su típica inexpresividad facial que resalta su genialidad corporal.
Tantos años después, esta obra sigue llamando la atención por conseguir reunir varias cualidades, como un excelente montaje, una preparación fotográfica detallada, nuevos movimientos de cámara, una banda sonora perfectamente sincronizada a las acciones exhibidas y una extraordinaria actuación de Buster Keaton. Además, en relación a la temática, aborda un tema histórico importante con ligereza y bastante humor. 
No obstante, en el momento de su lanzamiento, El maquinista de la general fue un fracaso comercial, ya que tuvo un presupuesto altísimo y no obtuvo éxito en taquilla. Esta obra, que podría definir la consolidación de una carrera exitosa para el director, fue, por lo contrario, el principio de su declive. Además, con la llegada del cine sonoro y con la pérdida de libertad debido a la intensa interferencia de los estudios para los cuales trabajaba, este maestro del cine mudo no sobrevivió a la lógica de las palabras ni de la industria. Enfrentó problemas personales y no volvió a tener protagonismo en los años posteriores.
Pero, a lo largo de su carrera, influyó en el trabajo de muchos artistas. Inicialmente, algunos integrantes de la generación de 27, como García Lorca y Luis Buñel; años después, representantes del novelle vague, como Jean-Luc Godard; y actualmente, directores como Woody Allen, que usan el humor y la expresividad de Keaton como referencia para sus trabajos.
Al lado de El maquinista de la general, muchos trabajos de Keaton pueden ayudar a entender su lenguaje, como La casa eléctrica (1922), El moderno Sherlock Holmes (1924) y El cameraman (1928). Son películas que dibujan un estilo particular de hacer cine, digno de un genio del cine mudo.




Entrañable Universal

Por: Clara Duch

Eternamente inmutable, inocentemente cómico y absurdo, aislado y alienado del tiempo y del mundo que le rodean. Así se nos presenta la figura de Buster Keaton vestido de maquinista para la ocasión en una de sus más reconocidas creaciones del celuloide: "El maquinista de la General". Keaton, encarnando un antihéroe casual, consigue enternecer al espectador sin querer ser tierno: su inexpresividad y su pureza que roza lo infantil consiguen elevarlo a un ser afable que deviene universal cuando su torpeza todavía hoy nos hace reír y sonreír. Un pequeño poeta de la expresión que logra emocionar aun contando hechos históricos.

"El maquinista de la General" es una adaptación que Keaton hizo en 1927 de un hecho real acontecido durante la guerra civil norteamericana de 1861-5. Es la historia de Johnnie Gray, un maquinista de la compañía de ferrocarril Western and Atlantic, que tiene dos amores en su vida: su locomotora –la General- y su amada Annabelle. No obstante, para entender el personaje cabe desubicarlo de su contexto y así darse cuenta de cómo Keaton dibuja un prototipo del extraño universal que resulta ajeno a su propia vida. Johnnie Gray actúa como si viviera en un mundo paralelo donde sólo existen su locomotora y su novia a quien dedicar su vida. Como si siguiera aquella profunda sentencia que nos dejaba Charlie Kaufman en la película "Adaptation. El ladrón de orquídeas" (Spike Jonze, 2002), “tú eres lo que amas, no lo que te ame”, el personaje de Keaton en El maquinista supera las perversiones de la sociedad y vive para lo que siente.

Demostrado queda cuando, ante la petición de Annabelle de que se aliste en el ejército para la guerra, Gray se propone traspasar de su universo a aquel que es real, pero no lo consigue, no porque no sea capaz, sino porque no es admitido. Sólo volviendo a su planeta de dos amores –y como si de un juego de niños se tratara-, el personaje de Keaton conseguirá ser un héroe para los demás, aunque terminada la hazaña terminó la fiesta. A Johnnie Gray, como cinematográficamente a Keaton a lo largo de su carrera, no le interesa ambicionar la victoria, sólo ser fiel a aquello que ama. Y es que Gray no es alguien que tenga miedo de defraudar a nadie, solamente a él, y él son sus dos pasiones. Es ésta actitud la que lo hace alguien admirable y con un poder afectivo que traspasa tiempos y fronteras.

De alguna forma, Johnnie Gray es alguien ignorado por incomprendido. Una figura hilvanada sabiamente porque, a pesar de la ausencia de expresividad y de su cierta alienación, consigue despertar una simpatía aun mayor; una faceta que en los 90 Rowan Atkinson retomará para su más célebre personaje, Mr. Bean. Keaton no juega a divertir con gags gratuitos o meramente infantiles: sus slapsticks entran en el mundo del absurdo para ser graciosos sin pretensiones de carcajada fácil. Además, la poesía de sus gestos y sus acciones sabe embellecer hasta la crónica de un episodio bélico: escenas como la de Gray montado como un muñeco encima de una de las bielas de la locomotora funcionando se convierten en simpáticos y sensibles iconos de su obra.

La sensibilidad de sus personajes es también extrapolable a otras de sus películas, como ocurre en diferentes escenas de "El cameraman", su primer trabajo con una de las majors de la industria hollywoodiense –la Metro Goldwyn Mayer. En este largometraje de 1928, Keaton sabrá conmovernos con imágenes como aquella en que, tras ser rechazado por una productora, la secretaria de la que se enamora se acerca a él para animarlo y él, avergonzado, se esconde detrás de su cámara. Es la sencillez y humildad de estos gestos los que dan una dignidad y empatía colectiva a los personajes de Buster Keaton, quien deviene un entrañable universal.





Un Pequeño Gran Héroe

Por: Anna Jiménez



Cuando debutó en la compañía de teatro familiar con tan solo tres añitos pocos podían imaginar que el pequeño Joseph Francis Keaton llegaría a ser no solo una gran estrella de cine, sino uno de los grandes creadores del séptimo arte. Apodado como Buster “el destructor” por un Houdini impresionado por sus acrobacias –y su inmunidad a los golpes-, ese “estropajo humano”, como le llamaron, creció en el mundo del vaudeville y la farándula donde aprendió que, en la comedia, un buen trompazo vale más que mil palabras.

En 1917 dio el paso natural hacia el mundo del cine de la mano del productor Roscoe Arbuckle, con quien rodó varios cortos de comedia visual o slapstick en los que, poco a poco, fue dándole forma a su mejor creación: su personaje. Keaton rechazó el modelo del pobre diablo entrañable propuesto por Chaplin, puso ingenio donde su gran rival pedía emotividad, y creó la más brillante caricatura de un tipo perfectamente normal: un hombre menudo, más bien patoso y con un rostro aparentemente impasible que destila sutilidad quien, sin comerlo ni beberlo, se encuentra inmerso en las más disparatadas situaciones de las que sale como entró, por casualidad. 

Siempre abierto a la innovación –tanto técnica como artística-, Keaton formó en 1920 la Buster Keaton Production, una productora independiente en la que pudo desarrollar todo su potencial creativo como director, guionista y actor. En esta segunda etapa, y con el apoyo incondicional del productor Joseph Schenck, rodó una serie de cortos de gran modernidad que le encumbraron como estrella del slapstick, alcanzando su mayor éxito con el largometraje “El maquinista de la General” (The General) en 1927.

Un sencillo argumento basado en la novela “Daring and Suffering” de William Pittenger le basta para contarnos una de las muchas historias de la Guerra de Secesión americana. Johnnie Gray (Buster Keaton) es un maquinista sureño que tiene el corazón dividido entre su locomotora “General” y su amada Annabelle (Marion Mack). Rechazado por el ejército, cuando ambas son secuestradas por los soldados unionistas este antihéroe iniciará un solitario rescate en el que el azar y su ingenio serán sus mejores armas. Considerada su obra maestra y uno de los grandes títulos del cine mudo, en esta maravilla de apenas 74 minutos Keaton despliega todo un arsenal de novedosos recursos técnicos que supusieron el presupuesto más caro de su época, si bien los acompaña de una perfectamente equilibrada galería de gags que van desde la caída más rocambolesca a la más fina ironía.

Devorado por el cine sonoro y anclado por la Metro Goldwyn Mayer, aún pudo dar un último coletazo de ingenio con su “Cameraman” en 1928, para iniciar un progresivo declive que le llevó a interpretar modestos papeles secundarios y algún que otro cameo, como el que le ofreció su antiguo rival –ahora único soberano de la comedia sonora- en el pequeño homenaje que Chaplin le rinde al cine mudo en “Candilejas” (Limelights, 1952). Reivindicado por la Nouvelle Vague, hoy día goza del reconocimiento que en su momento le negaron, y es modelo y maestro para varias generaciones en el arte de hacer cine.




[ESPACIO DE PUBLICACIÓN:Reseña sobre el dvd de la película.
MOTIVO: parte de la colección de cine que acompaña la edición dominical de un diario de tirada nacional]

Pero las películas de Chaplin son mejores

Por: Julius Richard

En una escena de “Los soñadores” de Bertolucci, el personaje de Teo (interpretado por el hijo de Philipe Garrel, que dirigiría la cara oscura de la misma historia en su magnífica “Les amants reguliers”) discute con el personaje yanqui (Michael Pitt) acerca de quién es mejor: Keaton o Chaplin. El yanqui no duda: Charlot. Teo, indignado, sostiene que los americanos nunca han comprendido a Keaton. O lo uno o lo otro. Hay que elegir. Dilema kierkegaardiano, vital.

Esta diatriba ha perseguido históricamente la figura de Keaton, perfectamente difusa bajo la omnímoda sombra del genial Chaplin. En la elección que la propia historia del cine ha hecho acerca de su propia constelación, aparece la elección de una visión del mundo en particular. Visión del mundo que se ha reproducido (la imagen debordiana del espectáculo como un mundo invertido y proyectado). Porque, no nos llevemos a engaño: la oposición Keaton/Chaplin representa una decisión política y una posición ideológica, más allá del gusto cinéfilo por el slapstick o la comedia moralizante. Lo que la oposición Keaton/Chaplin desvela es la oposición entre el humanismo y su contrario, el inhumanismo, encarnado en la figura del individualista sin afectos: Cara de palo.

La histórica elección humanista no puede sorprendernos: es la democracia. Chaplin, sempiterna encarnación de los derechos del hombre y la humanidad (y no sólo en su primerísimo y famoso speech), representa sus ideales cuando elige para sí la figura del mediador (evanescente) social, como explica en repetidas ocasiones el pensador cinéfilo Slavoj Zizek: simboliza la mancha que se sitúa en el centro del conflicto, como un obstáculo o nudo que, tras su mágica aparición y desaparición, cohesiona al grupo, alejándose. Sin embargo, Keaton, ¿qué papel representa? ¿Qué figura política encarna?

Arriba mencionábamos el inhumanismo: antes de llevarnos las manos a la cabeza; por oposición a la elección democrática, lo inhumano representa lo no democrático. Se diría: el anarquismo, y bien que se diría. Frente al marginado cohesionador (la figura del Otro vinculante que Chaplin, como buen judío occidental, representa), el aislado, el des-vinculado. Sus figuras son varias, casi todas francesas: el acéfalo, el de la comunidad inconfesable, el despoblador habitante del cilindro… No es baladí que fueran los franceses cahieristas (esos jóvenes salvajes, esos bebés), todos capitidisminuídos, los que re-descubrieran a Keaton para la historia del cine. Y que su filme surrealista de los 60 (el así llamado “Film”, como el textículo de Samuel Beckett en que se basa), fuera una aterradora película sobre la pérdida del propio rostro, además del sentido. Más allá de una Cara de Palo, la mirada desierta.

Keaton no es un marginal y/o marginado porque está precisamente y siempre fuera del grupo. Como la propia Guerra, que pasa a su lado sin él enterarse, o como los grupos que él cree dirigir y nunca le siguen en sendos gags al comienzo del filme de “El maquinista…” Su humor no es el entrañable y amable de Chaplin, aquel en el que su propio cuerpo y su rostro son ya una incitación a la sonrisa cándida, sino el humor cruel que mete a una mujer en un saco, la tira, la pisotea: el primer amor de Keaton es como el del Beckett en “Primer Amor”: una onanista paranoia misógina. Keaton, incluso, le hace el amor a las máquinas: sus gags son muy frecuentemente dispositivos mecánicos (como en “La casa eléctrica”), que juegan, para su/nuestro alborozo, con las personas y con él mismo. Lejos el anti-maquinismo de “Tiempos Modernos”. La de Keaton, como la del futurismo o el dadaísmo, es una primitiva mirada protopunk.

El de Keaton nunca fue un rostro amable. Tenía el angulado gesto de un aristócrata o un alucinado: no en vano, se parece a Antonin Artaud. Su soledad es la del loco-vivo, y no el vagabundo feliz. El final uniformado de “El maquinista…” con beso y todo, no puede ser sino un sarcasmo: obtiene el uniforme por un tiempo, en cuanto se quite el disfraz, podrá verse lo que realmente es. Y entonces sí quedará solo. Pero no como Chaplin: Keaton no habrá proporcionado felicidad a raudales ni candor a espuertas, dejando al grupo bien ahíto de humanidad y buenos sentimientos.

Como Teo, personaje de la película que a una generación bien joven le introdujo en la estética de la Nouvelle Vague y el 68, como el joven Garrel del que me enamoré soñando, la elección de Keaton es una elección vital. Porque no tener que elegir es la esencia de la libertad distante, también de un inhumano individualismo (el complejo Bartleby), pero elegir puede ser un acto de amor. ¿Y qué es si no la cinefilia? ¿Y la verdadera democracia, esa comunidad inconfesable por venir? Lo dicen esos franceses, esos keatonianos.